Sant Feliu es una de las iglesias más antiguas del Reino de Valencia. Fue construida en 1265, tras la conquista cristiana de Jaume I, coincidiendo con la expansión del gótico por tierras valencianas. Se encuentra en la falda del Castell de Xàtiva. Se levantó sobre los restos de la antigua catedral visigótica.
El atrio de columnas, orientado hacia el norte, ocupa toda la fachada lateral de la iglesia. Lo soportan seis columnas de mármol provenientes de antiguos edificios romanos, algunas con el característico color rosado de las cercanas canteras del Buixcarró. Curiosamente, cada una es diferente del resto.
La portada románica es uno de los pocos ejemplos de este estilo arquitectónico que podemos encontrar en tierras valencianas. Llama la atención por este motivo, ya que la conquista cristiana de Jaume I coincidió con la expansión del gótico.
La pila de Sant Feliu, con agua bendita, es otro elemento destacado de la iglesia. De estilo románico, representa escenas de la Natividad y la Adoración de los pastores. En la base encontramos ornamentación de tipo floral. Conserva restos de su policromía original.
Los muros de la iglesia fueron encalados, escondiendo valiosas pinturas murales de la primera mitad del siglo XIV. Restauradas en parte, se trata del conjunto de pintura medieval de estilo protogótico más grande conservado en la Comunitat Valenciana. A la izquierda del retablo mayor se encuentra el Retablo de San Nicolás de Bari. Encontramos también un San Cristóbal y un Calvario en la segunda capilla del lado de la Epístola.
La pieza más destacada del interior de Sant Feliu es el imponente retablo gótico del altar mayor, datado a principios del siglo XV. Contiene 27 pinturas sobre tabla, distribuidas en tres calles, predela y polsera, y dos esculturas dedicadas a Sant Feliu de Girona y a Sant Félix de Lyon.
El retablo es fiel reflejo de su época, ligada todavía al gótico pero con ecos del nuevo lenguaje renacentista. Fue encargado a comienzos del siglo XV por los jurats, magistrados municipales. Por ese motivo contiene los escudos de la ciudad y el Real de la Corona de Aragón.
Además, se piensa que tanto Calixto III como Alejandro VI celebrarían alguna misa en ella mientras permanecieron en la ciudad antes de ser Papas.